BADLANDS, la prueba de ultraciclismo que con tan solo 4 ediciones se ha consolidado como una de las pruebas fetiche, daba comienzo el pasado 4 de septiembre de 2023 a las 8 de la mañana desde la ciudad de Granada.
Esta edición venía marcada por las predicciones meteorológicas, que daban mucha lluvia para la jornada del domingo; por lo que acertadamente se optó por realizar el “safe track”. Esto consiste básicamente en evitar las zonas inundables del desierto de Gorafe y las ramblas de Tabernas. Aun así, no estuvimos exentos de tramos de barro y lluvia. Realmente tan sólo variaban apenas 30 kms del total del recorrido. Con todo ello, se quedaba una prueba de unos 750 kms y más de 15000 metros de desnivel positivo acumulado.
En mi segunda participación, venía con algo más de experiencia, más entrenamientos específicos enfocados a parar el menor tiempo posible y con las pretensiones de estar por debajo de las 60 horas (por las 74 de 2022).
Bajo un cielo nublado, pero sin amenaza inminente de lluvia, empezábamos a dar las primeras pedaladas. Como siempre, unos primeros 25 kms para salvar más de 1000 metros de desnivel que van poniendo a cada uno en su sitio. Ritmo constante y evitando a toda costa la zona roja de esfuerzo. Es curioso cómo cambia la noción del tiempo en este tipo de pruebas. Ya que hasta Benalúa, en el km 90 solo hago una parada para reponer agua y me da la sensación de que acabe de comenzar, cuando realmente ya llevo casi 5 horas de pedaleo. Aprovechando que nos cae un chaparrón importante, me paro en una panadería a comer unos donuts y un café mientras pasa la tormenta.
Las rampas y los chubascos se suceden mientras pasan los quilómetros, pero afortunadamente, el tiempo nos está dando una tregua y para nada llueve lo que indicaban las previsiones. Parada rápida en Gorafe a tomar una Coke en el KM 115 y empezamos la parte más emblemática de la prueba, el bucle del desierto del mismo nombre que la localidad. Salvamos algunas zonas complicadas, pero disfrutamos de los paisajes que dan nombre a la prueba. Además de una manera inimaginable: con lluvia, viento y un cielo muy encapotado en una de las zonas más secas de la península.
Villanueva de las Torres es el primero punto importante. Llevamos ya aproximadamente 160 kms y toca alimentarse bien. Bocadillo, bebidas varias, algo de fruta…. Pero al final apenas 40’ de parada para afrontar el siguiente tramo. En estas pruebas tan largas, no me gusta mirar el global de distancia, sino ir marcándome pequeñas metas que hacen que se haga mucho más accesible el ir avanzando. Dicho esto, tras Villanueva, el siguiente chekpoint es Hinojares, la parada más al norte de todo el recorrido. De nuevo una zona con clara tendencia a la subida con tramos de fuerte viento de cara y que para nada recordaba así de la edición anterior. Sigo disfrutando de los paisajes y de la compañía de algún que otro participante. Mantenemos pequeñas charlas (casi siempre en inglés, la participación extranjera está alrededor del 80%) hasta que cada uno coge el ritmo que más le conviene y nos vamos separando unos de otros.
Tras Hinojares, donde sólo me detengo a rellenar bidones toca evitar la parte del desierto y nos toca un recorrido principalmente de asfalto, pasando por la presa del pantano del Negratín, pueblos casi abandonados como Bacor y finalmente llegar a uno de los puntos más emblemáticos de Badlands: la localidad de GOR. Para la mayoría de los participantes, llegar durante la primera noche a este pueblo es el objetivo principal. En mi caso he llegado a las 9 de la noche, con las últimas luces del día desapareciendo. Apenas han pasado 50 participantes y voy directo al bar donde nos esperan con platos combinados, pasta, bocadillos ….. Es el km 244 y aquí las estrategias de cada participante empiezan a marcar diferencias significativas, ya que algunos optan por parar a dormir mientras que otros seguirán pedaleando toda la noche.
Por mi parte, tras un merecido descanso de casi 2 horas, reanudo la marcha sin intención de dormir esta primera noche (era uno de los objetivos marcados). Toca afrontar la subida al observatorio astronómico de Calar Alto, a unos 2200 metros de altitud, en la Sierra de los Filabres. Este siguiente tramo, es de unos 100 kms sin posibilidad de abastecimiento, en una de las zonas más remotas de todo el recorrido. Conforme se va cogiendo altura, se van pasando bancos de niebla, zonas de lluvia y viento y de vez en cuando se consigue vislumbrar alguna estrella. Afortunadamente, las temperaturas no bajan demasiado pese a la altitud y tras unas buenas horas de esfuerzo, consigo coronar. Es hora de abrigarse y afrontar la larga bajada por carretera hasta Gérgal, localidad que da inicio al tramo del desierto de Tabernas.
Sobre las 4 de la madrugada llego a Gérgal, por suerte con menos lluvia y frío del esperado. Saco el bocadillo y el medio litro de coca cola que llevaba desde Gor y me lo zampo con avidez. Llegan un par de participantes que deciden tumbarse en la plaza del pueblo. Yo sigo mi camino.
Con el recorrido alternativo, la zona más afectada es el desierto de Tabernas, que en lugar de sufrir/disfrutar sus ramblas, será un tramo de carretera (muy bonita y con paisajes diversos, lástima recorrerla de noche) que nos lleva hasta Santa Fe y Gádor para volver a subir hasta la localidad de Tabernas.
Nuevo objetivo conseguido: llegar a Tabernas con las primeras luces del alba. Me ha tocado cambiar la batería del cambio trasero (Sram AXS), que me ha durado mucho menos de lo esperado. Y eso me hace estar un poco inquieto, ya que si la segunda batería me dura lo mismo, no llegaré a destino. Empiezo a pensar en que tendré que “mendigar” un cargador o batería extra a alguno de los participantes que me encuentre o al menos conseguir llegar a Almería en horario de apertura de comercios y buscar una tienda de bicis que me puedan dar solución.
Pero de momento, voy en busca de un bar donde desayunar y recuperar fuerzas tras toda la noche dando pedales. Curiosamente, la noche me ha cundido mucho más que el día, sin apenas paradas cortas y con un ritmo constante que me ha permitido avanzar mucho. Tabernas está en el quilómetro 350. Echo un vistazo en la aplicación y veo que muchos participantes han parado a dormir en Gor, Gérgal o ahora en Tabernas, con lo que subo varios puestos en la clasificación, rondando el top20 (realmente dicha clasificación es secundaria, pero sí ayuda a motivarte en seguir adelante y sobre todo en ver dónde tienes a los compañeros, saber que les está yendo bien y que estamos cerca unos de otros en caso de necesitar ayuda).
Mi siguiente objetivo tras la parada en Tabernas es llegar a San José y luego Almería. A partir de aquí, aunque tengo un plan elaborado, la improvisación juega un papel fundamental, ya que las circunstancias de la prueba pueden hacer que se vaya al traste toda planificación. De hecho, una de las razones por las que tanto me gusta la ultradistancia es por aprender a tener la capacidad de improvisar según avanzan los quilómetros. Tengo un planteamiento base, pero totalmente flexible a razón de las condiciones que se vayan dando según avanzo.
Entre Tabernas y Almería hay un tramo con una primera subida a 1500 metros en el Pico Colativí y luego una clara tendencia al descenso hasta San José, puerta de entrada al parque natural de Cabo de Gata. Curiosamente y sobre el mapa es el tramo más fácil de todo el recorrido, pero el calor y la humedad, los continuos repechos, tramos de piedras que no te permiten avanzar e incluso los 10 kms de playa antes de llegar a Almería hacen que para mi sea una de las partes más difíciles de afrontar.
Dicho esto, llegar a San José me supone todo un logro, ya que he conseguido salvar la parte que menos me gusta. Son aproximadamente las 2 del mediodía y ya van 500 kms de prueba. En lugar de buscar un restaurante o bar donde comer, prefiero hacer la compra en el super, que es mucho más rápido. Del super a buscar una sombra en algún parque y a dar buena cuenta de las viandas adquiridas.
A partir de este punto empiezo a plantearme si vale la pena echarme un rato a descansar, dormir una pequeña siesta de un par de horas o por el contrario, seguir hasta que el cuerpo aguante. Con esos pensamientos en la cabeza, el viento de cara y el Sol golpenado fuertemente, llego a Almería poco antes de las 6:30 de la tarde. Paso obligado por una tienda de bicis, donde lubricar cadena y pedales (a pesar de que llevo aceite en mi kit de reparación, mejor usar agentes externos y guardar el que llevo para emergencias).
A partir de Almería se sucederán las subidas infinitas con pocas bajadas, cruzando la Sierra de Gador y adentrándose en las Alpujarras hasta llegar a la meta en Capileira. La fatiga acumulada empieza a hacer mella y pienso que afrontar dichas subidas sin algo de descanso hará que el avance sea excesivamente lento; por lo que tomo la decisión de meterme en la habitación de una pensión que encuentro dentro de Almería y sin desviarme del track. De nuevo lleno la despensa en el Super de al lado. Recupero fuerzas, me pego una ducha reparadora y me tumbo en la cama a las 7 de la tarde con la intención de dormir 3 horas al menos.
Pero lo que no había tenido en cuenta es que el cuerpo a esas horas no está acostumbrado a dormir (cosas de los ciclos circadianos y demás historias) y a pesar de estar a oscuras y en silencio en la habitación sólo hago que dar vueltas en la cama. Realmente no sé si llego a dar alguna pequeña cabezada. Por lo que decido levantar el campamento antes de lo esperado. Pese a no descansar lo deseado, parar en la habitación me ha servido para cargar las linternas, el GPS y recargar la batería agotada del cambio trasero, lo que me da un alivio enorme que hace que el nivel de estrés que causa el pensar en averías o problemas sea prácticamente nulo.
Con todo, a las 10 de la noche del lunes, reanudo mi marcha. Unas 12 horas de adelanto respecto al año anterior. Empiezo a pensar que sí voy a poder conseguir el objetivo de llegar con menos de 60 horas. Aunque realmente sé que aun queda mucha distancia y pueden pasar muchas cosas.
Pese a no haber descansado lo esperado, sí noto que he recobrado las fuerzas, y afronto la subida a los Pedrolos con mucho ánimo y a buen ritmo. Se trata de una subida que me lleva desde el nivel del mar a los 1200 metros por una pista que se va estropeando poco a poco para finalizar con 3 kms casi impracticables.
Esta segunda noche no tiene ni una sola nube y de vez en cuando se puede disfrutar del cielo estrellado arriba y de las luces de la urbe almeriense cada vez más lejos. La sensación de soledad y tranquilidad son enormes en este tramo y no me cruzo con ningún otro participante durante mucho, mucho tiempo.
Tras la subida de los Pedrolos, algo de terreno favorable para pasar por la localidad de Enix y buscar Félix, donde de nuevo tengo una subida hasta los 1800 metros. Mucho más tendida en su segunda parte, es una lástima realizarla de noche y perderme los impresionantes paisajes que recuerdo del año pasado.
Aun con noche cerrada hay que afrontar la bajada más larga de toda la prueba. Más de 20 kms de pista que ponen a prueba los frenos de la bici, así como los brazos y manos de los participantes. En Badlands, ni siquiera las bajadas te dan un respiro. Finalmente, y sin incidentes, llego a la localidad de Instinción; puerta de acceso al valle que toca afrontar. Apenas una parada rápida para comer algo y a por la siguiente subida, con tramos de fuertes desniveles y pequeños descansos en forma de bajada.
Es en este tramo cuando me sucede otro de los pequeños contratiempos que voy teniendo. Mencionar antes, que ya desde Almería, la cremallera de la bolsa del cuadro se me había roto; solventando el problema con 3 imperdibles que hacen que no pierda la carga durante el bacheado recorrido. Pero a lo que iba. Alrededor de las 5 de la madrugada y todavía con 2 horas de oscuridad por delante, se enciende la luz roja de la linterna. Ningún problema hasta aquí; ya que llevo linterna de recambio además del powerbank. Pero claro, resulta que con el traqueteo, la linterna de recambio se ha encendido durante el día sin darme cuenta y ha agotado por completo la batería de la misma y el powerbank también está agotado. Así que no queda más remedio que intentar estirar lo máximo posible la batería restante. Afortunadamente, la luz de la luna menguante es suficiente en los tramos de subida, que voy haciendo con la linterna apagada. Esto da pie a que “disfrute” en mis carnes las famosas alucinaciones de las que hablan los más expertos en pruebas de ultradistancia. Es decir, segunda noche sin dormir a punto de terminar, linterna apagada, sombras extrañas que proyecta la luna … hacen una fiesta en mi cerebro viendo todo tipo de animales donde sólo hay piedras o árboles.
Pero afortunado que es uno, llegado a la localidad de Fondón poco antes de las 6 de la madrugada, encuentro un bar abierto, donde me preparan un par de cafés calentitos, me permiten cargar la linterna e incluso me preparan unas tostadas con pan del día anterior que me saben a gloria. El plan era realizar una parada larga para desayunar con el alba, pero el tema de la linterna hace que adelante la parada.
Toca afrontar ahora unos quilómetros muy favorables antes de llegar a la que para mí es la subida más dura de todo el recorrido. Desde Dárrical hasta Murtas. Más de dos horas de subida por pistas de tierra y cemento, que te llevan desde lo más hondo del valle hasta Murtas, pequeña localidad de enlace entre la sierra de Gador y Sierra Nevada.
Antes de llegar a Dárrical, se afronta una larga y entretenida bajada sobre una carretera perfectamente asfaltada. Con el frescor del amanecer y la bajada de asfalto me llega por primera vez el cansancio y sueño sobre la bici. Tanto es así que voy bostezando entre curva y curva y notando que los reflejos no son para nada los adecuados. Consigo llegar a Dárrical sin cerrar los ojos y paro en el primer parquecito que veo. Me quito el casco, aparco la bici y me tumbo en un banco a descansar. Son apenas 10-15 minutos en los que consigo dormir, pese a la inminente luz del día, el canto de los pájaros y los alegres ladridos de los perros vecinales…
Tras los mencionados 15’ de asueto, me vuelvo a poner el casco, me tomo un gel de 160mg de cafeína de 226ers y reanudo la marcha. Yo mismo estoy sorprendido de cómo apenas un cuarto de hora hace que me note mucho más descansado y con fuerzas para afrontar la última parte de la ruta.
La subida hasta Murtas es muy larga y lenta y además este año hay bucle nuevo que la hace aún más larga si cabe. Pero poco a poco voy avanzando, desde Almería apenas he visto un par de participantes y la sensación de soledad es abrumadora. Aunque no son ni las 8 de la mañana del martes (tercera jornada) la humedad y el sol hacen que el nivel de sudoración sea alto, con lo que no hay que olvidarse de la correcta hidratación, papel fundamental para no desfallecer.
El siguiente objetivo es llegar a Cádiar, pero para ello y tras coronar en Murtas, aún queda otro pequeño puerto de 4 kms y una bajada entre olivos muy empinada y más técnica que el pasado año debido a las lluvias, que hace que cueste avanzar cuesta abajo más si cabe que cuesta arriba.
Un encuentro con dos “agradables perritos” hacen que casi me cague encima de miedo. De nuevo la suerte está de mi parte y sólo bloquean una parte del camino. Un poco de campo a través con la bici como escudo y consigo deshacerme de ellos. Creo que es el momento dónde he tenido el pulso más alto…
Finalmente, en Cadiar, de nuevo parada en el super del pueblo para recobrar energías. A estas alturas de la partida, uno no sabe ni que comer. Me decanto por chocolatinas tipo Mars y snickers, así como aquarius, fanta de naranja y coca cola. Y un par de bananos para compensar tanta comida basura. Pero bueno, es hora de meter calorías como se pueda y de manera que entren bien y apetezca comer.
Con Cadiar como último punto de referencia, sólo quedan afrontar los últimos 40 kms, eso sí, con clara tendencia a la subida. A partir de aquí se suceden los muros de hormigón del 20% de desnivel hasta llegar a Trevelez, la localidad del jamón serrano, que esta vez no degustaré. Más subida por pista y cemento y finalmente unos últimos 4 quilómetros de subida antes de afrontar los 5 finales que nos llevan a la ansiada meta en la pequeña localidad de Capileira.
Ese último tramo de pista, sabedor de que ya nada te va a detener es de lo más emocionante que te puede ocurrir. Llegar a meta tras una rápida bajada, encontrarte con amigos y compañeros en la estrecha calle que indica el final de este magnífico reto, tomar una, dos, tres cervezas comentando la jugada … eso sin duda es lo mejor de todo.
Cada participante tendrá su propia versión de Badlands, y eso es lo que la hace realmente especial; que no es el recorrido por sí solo; sino tus experiencias vividas durante la ruta lo que hacen tan especial esta experiencia tan brutal.
Sin duda, nos veremos en 2024 de nuevo.
Fotos cedidas por BADLANDS.CC